No se puede hablar de historia de la televisión argentina sin nombrar a Susana Giménez. Con 25 temporadas al aire, "La Su" es un clásico que siempre es positivo volver a ver. En un contexto en el que unas semanas de bajo rating son suficientes para levantar un programa, tener una trayectoria como la de Susana es un mérito indiscutible. Sí, el formato del programa es simple, hace años que repite las estructuras, pero ¿por qué cambiar lo que da resultado? La gente se conecta con ella, no con lo novedoso del programa.
Sus invitados, siempre atractivos, y la posibilidad de compartir tiempo (aunque sea virtual) con una diva que se comporta como una persona normal, auténtica, que no teme hacer el ridículo o reírse de ella misma al aire es su mayor gancho. Esa es la fortaleza de este clásico de la TV, que no necesita de la polémica para subsistir.
Mención aparte merece la reincorporación de Antonio Gasalla. "La abuela" y la diva generan una simbiosis explosiva. A medida que la conversación fluye las risas se multiplican y provocan que, llegado el final, la gente quede con ganas de más. Una cita perfecta para aquellos que quieren distenderse de la rutina con un poco de humor.
En resumen, Susana es una conductora que se define, antes que nada, por sus atributos como persona. Esos que la hacen tan querida entre la audiencia y en el ambiente y que la convierten en la única figura capaz de reunir, en un mismo programa, a artistas como Ricardo Darín, Diego Torres, Pablo Echarri, Mike Amigorena, Sebastián Estevanez, Soledad Pastorutti y Marley, sin necesidad de pagar por su presencia. Ni una diva total, ni una mujer fatal, es Susana, es siempre igual.
En contra: No se resigna a decir adiós
Daniel Santos
Una semana atrás, leer las duras críticas de Susana Giménez al formato acabado de Marcelo Tinelli hacía suponer que ella iba a regresar recargada, renovada, reforzada. Una semana después, Tinelli podría devolverle el favor: este año no volvió la alegría, y en lugar de la diva eterna de los teléfonos, o de los juegos millonarios, o de los personajes bizarros, o de las equivocaciones ridículas, volvió una señora que luce desganada, repetida, aburrida, cansada. Eso sí, con los dientes blanquísimos y encabezando una propaganda de un jabón ¡para lavar los platos!
Por primera vez, Susana encaja en la programación de Telefe con fórceps: el canal no la necesitaba, ni siquiera con el perfil retro-noventoso (su década ganada) que se le imprimió en los últimos dos años con éxito. El mismo juego (con ajuste inflacionario, ahora son dos millones), el mismo esquema, el mismo living, los mismos sketches.
25 temporadas en el medio (con un par de años sabáticos) no son sencillos de sostener, pero las primeras dos entregas de Susana Giménez modelo 2013 hacen suponer que es tiempo de empezar a correrse, a menos que ella decida un improbable giro a la estructura de este clásico de la tevé, que hoy no consigue ser cool por ser retro.
De todos modos, es posible que Susana se sostenga con un rating aceptable: como siempre, lo logrará a fuerza de sus invitados o sus personajes llamativos, pero no porque la TV necesite de un programa de estas características. Susana volvió en un año en el que poco se sabe con certezas del futuro de Tinelli y con el posible regreso de Mirtha. Por ahora, ella es la única referente de una época de grandes estrellas que no se resignan a decir adiós.
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