Lejos quedaron los más de 50 puntos de rating que cosechó la cuarta edición de Gran hermano en 2007 y que derrotaron al mismísimo Marcelo Tinelli en plena entrevista a Diego Armando Maradona. La estrella de la última niña mimada de la televisión argentina, el reality show , parece haberse apagado. Y con ella, las cámaras que hasta hace un año permanecían encendidas las 24 horas del día, los siete días de la semana.
“El agotamiento del formato se vivió poco a poco, pero uno percibía perfectamente que dejaba de interesarle al público”, afirmó Gastón Trezeguet, uno de los participantes más recordados del programa. A pesar de no haber ganado el primer premio, fue él quien más crudamente expresó el realismo del género al revelar su homosexualidad ante las cámaras. Fue panelista de sus últimas ediciones y hoy se desempeña como productor de AM (Telefe). Forma parte del selecto grupo de participantes que, junto a Pamela David, Silvina Luna, o Cristian U (por mencionar algunos ejemplos), siguieron vinculados al medio luego de sus 15 minutos de fama en el encierro. “Yo hoy no miraría un reality básico, sin ninguna novedad”, confesó Trezeguet.
Agotado o en reposo, lo cierto es que el formato no figura en la grilla televisiva este año. Lo más parecido que puede encontrarse es Perdidos en la ciudad, emitido por Telefe, o Cuestión de peso, por la pantalla de El Trece (ver Los primos...). Pero ninguno responde a los cánones originales del género: participantes que duermen, cámaras que no. “En Argentina estamos bastante estancados respecto de los formatos, se prueba poco. Somos un reciclado permanente de fórmulas, y después nos sorprendemos de que baje el rating”, sentenció Marcos Gorban, productor general de las primeras seis ediciones de Gran hermano y autor del libro Nominados, en el que relata la trastienda del célebre show.
Todo empezó en el año 2.000. En medio de una crisis económica y social que empezaba a proyectarse cada vez con más fuerza sobre el país, fue Expedición Robinson -adaptación local del formato de Survivor, de gran éxito en los Estados Unidos- el que, con Julián Weich a la cabeza, dio el puntapié inicial de un fenómeno que revolucionó la televisión. En su última emisión midió casi 30 puntos de rating; la novedad se convirtió pronto en furor y al año siguiente con El bar TV, Popstars yGran Hermano, los espectáculos sin guión y poblados de personajes antes desconocidos y sin ninguna experiencia en el medio, inundaron la pantalla.
Tan grande fue esa revolución y tan extendido el fenómeno del nuevo género televisivo, que la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentina (APTRA) se vio obligada, en 2006, a crear la categoría “Mejor Reality”. Ese gesto, que reconoció el auge de un formato, también expresó su agonía: en 2012 Gran hermano quedó afuera de la terna, compuesta por Cantando por un sueño,Talento argentino y el ganador, ShowMatch, que finalmente tuvo su revancha de aquella fatídica derrota por casi 20 puntos de diferencia en 2007.
“Lo que más se puso de moda en los últimos años son los ‘talent’ ”, reconoció el Director de Contenidos de Eyeworks-Cuatro Cabezas, Ricardo Pichetto. El directivo de la productora, que en su momento realizó El bar TV y Super M (otro concurso con convivencia, del que salió, por caso, Paula Chaves), y que hoy tiene en pantallaCelebrity Splash (Telefe), observó que “es difícil encontrarle una vuelta a un género tan exprimido”, y agregó que “si el último GH hubiera sido un éxito total, hoy seguramente seguiría en pantalla”. Pero, con Soñando por bailar como última experiencia de convivencia (y muy limitada respecto de las galas de baile), los ‘reality-talent’ son los que van afirmando la herencia.
Cristian Urrizaga (mejor conocido como Cristian U), competidor triunfal de la anteúltima edición de GH y que hace poco desplazó al histórico Hernán Caire al frente de Pasión de sábado, es el último hijo popular que dio a luz la casa más famosa del país. “El futuro está yendo hacia los pseudo-realities, que no me parecen atractivos. Lo único que aprecio de programas como Celebrity Splash (y ojalá que nunca suceda) es esperar para ver si algún participante se pega un palo”. El ex paseador de perros devenido en estrella, protagonista y ahora conductor, es un purista del formato clásico y sentenció que a esta serie de nuevos programas “los venden como reality porque la palabra garpa”.
Por su parte Rubén Vivero, Director Artístico de Endemol Argentina -productora que importó el formato holandés de Gran hermano- sostuvo que “estamos ante una segunda y tercera generación de realities” y que si bien antes la audiencia sólo observaba lo que le sucedía a los participantes en el encierro con “fines lúdicos”, hoy el formato “se metió” en todos los géneros televisivos. “Cada año hay dos o tres fórmulas que funcionan mejor que otras, pero que no mueren, sino que se van adaptando porque producen saturación”, reflexionó el directivo.
Hoy, con el diario del lunes y sin un solo reality puro en las grillas, las visiones apocalípticas de quienes veían el formato como el verdugo que le cortaría la cabeza a las tradicionales tiras y unitarios televisivos se probaron falsas. El “¡Aguante la ficción, carajo!” de María Valenzuela, sonó como un grito de alerta a sus colegas que, como Soledad Silveyra, se probaban otros trajes empujados por la crisis de principios de la década pasada. También estuvieron quienes lo despreciaron en el desembarco y terminaron subidos al tren de su éxito, para bajarse un par de estaciones antes de su desaparición. El caso más emblemático es el de Jorge Rial, que en 2001 describió al programa de el ojo que todo lo ve como “un canto al nazismo” y “un embole nacional”, y terminó conduciéndolo. Aparentemente, el “embole” de los reality llegó muchos años después y las acusaciones del conductor de Intrusos en contra del formato, nunca fueron probadas.