Viudas e hijos del rock and roll entra en su último mes al aire. La novela arrancó con la pareja de Damián de Santo y Paola Barrientos como eje, pero el interés que despertó el romance entre Segundo y Tony los desplazó del centro de la atención. Como en épocas de Los Roldán, aunque con otra repercusión en el rating, una tira de Sebastián Ortega vuelve a tener como mayor atractivo una historia de amor homosexual en el prime time.
Si bien es notoria la preponderancia que tomó la dupla de Juan Minujín y Juan Sorini, los actores no sienten que haya habido cambios bruscos a la hora de contar en tono de comedia una ficción donde nadie sabe bien quién es el otro. “No hubo volantazo desde lo autoral. El conflictocentral sigue siendo el de Paola y Damián. Lo que creo es que el nuestro toca muchos prejuiciosy genera una empatía especial, pero no creo que haya desplazado a otros”, asegura Minujín, y Sorini agrega: “Este vínculo funcionó porque nadie se cebó y lo agrandó. Nuestra historia tenía un peso muy importante, pero no estaba por estar. Nada se estiró como un chicle“.
—¿Qué tan importante es para ustedes contar una historia como ésta?
MINUJIN: Es importante. Los programas que tienen contenidos más interesantes son los que a la gente la hacen sentir más interpelada. Los que hablan de justicia, de política y las diferencias económicas son los que interesan más, porque son conflictos con los que uno convive todo el tiempo. Como actor me interesa, más allá del arco que hace mi personaje, cuál es el contenido del programa. A veces algo me parece una pavada e igual lo hago, pero lo que me parece interesante lo hago más contento.
SORINI: Es mucho más enriquecedor y más difícil. Importa mucho la forma. Por ejemplo, con los Arostegui se muestra discriminación, una manera de hacer política… Podemos hacer programas que hablen de esos temas, pero en este caso también uno empatiza con ellos porque mira y reconoce. Desde ese lugar te sacan una sonrisa. Nunca nos topamos con un reproche.
—¿Nadie se escandalizó con lo que muestran?
M: No hay un tono de crítica. Desde el lugar denunciante no causa mucha gracia. Nadie tiene muchas ganas de que le bajen línea. Todos tenemos un poco de estos hijos de puta y a la vez los vemos y son monstruosos. Reírte permite reconocerte en ellos y ver las cosas con perspectiva. Después, siempre hay gente que reclama cosas y te dice: “Cómo van a maltratar a la chica que trabaja en la casa”. Siempre hay gente que entiende más el humor y hay gente que lo entiende menos.
—¿Qué creen que le deja “Viudas…” a la sociedad?
M: Es muy difícil decirlo. Lo que escucho de la gente es que espera que Segundo se pueda asumir gay y disfrutar de su condición. Incluso, gente que es pacata y que tiene rasgos homofóbicosacepta la relación y te dice: “Y… si se quieren…”. En ese sentido, creo que ha roto prejuicios de algunos espectadores.
—¿Desde lo personal también? ¿Un actor puede ser igual de honesto cuando el contacto físico es con otro hombre?
S: Me pareció genial la historia del polista con el petisero, por lo menos yo no la había visto nunca. A medida que la fuimos haciendo, empecé a encontrar una diversión que también me ayudó a encontrar el lado homosexual de alguien que ni siquiera puede pronunciar esa palabra. No hubo momento para el prejuicio. La concentración estaba puesta en hacer. Era todo muy fácil y ameno. Muy de verdad.
M: En principio, se puede ser completamente honesto e íntegro en una escena homosexual o en una heterosexual. No hay ninguna confusión. Son personajes, y éste tiene algo muy claro, es alguien que no está asumiendo quién es.
—Segundo vivía todo el proceso con mucha angustia. ¿Se le puede escapar al dramatismo y jugar las escenas en tono de comedia?
M: En este tipo de comedia dramática, los conflictos se juegan muy en serio siempre. La vuelta en el espectador es que uno se ríe del padecimiento del personaje. Pero ese dolor es muy en serio, si es medio en joda deja de causar gracia. Cuanto más metido estás en la actuación, más pleno te sentís y más fácil te podés desprender de eso. Tenés la percepción más abierta.
S: Es diferente. A mí ahora me cuesta soltarlo. Se fue algo de lo que me enamoré. Meterme en un personaje, desarrollarlo, laburarlo… fue un año hermoso. Me cuesta dejarlo, porque me está quedando atrás un proyecto muy lindo y el comienzo de algo.
—Cuando se cuenta una historia como ésta y se va ganando en rating, ¿molesta más que te termine derrotando una novela extranjera?
M: Ya se le dio tanta vuelta al tema… A mí no me jode ni más ni menos. Me gusta ver el trabajo de productoras de acá, pero también es cierto que hay novelas de acá que se ven en otros lugares.
S: No sé si me jode o no. Yo como actor no puedo hacer nada. Si fuera productor, me pondría aestudiar el fenómeno y por qué funciona, aunque me puse en la tarea de ver qué tiene y me encontré con un formato de hace varios años, con otros tiempos. La verdad es que en la tele hay cosas que funcionan y uno no sabe por qué.
—¿No te gustó “Las mil y una noches”?
S: No. Me encontré con algo viejo, pero por ahí el público necesitaba algo de ese estilo. Me dio curiosidad de saber qué era y vi algo viejo. Son superproducciones, pero desde lo actoral…
—¿Vos la viste?
M: Mucho no me interesó. Por lo que escuché, no trae ninguna idea nueva. Es un culebrón bien clásico. Yo pienso en el programa que hacemos nosotros. El rating es parámetro de muchas cosas que no me interesan.
—¿Creen que había un clima especial para que esa novela pegara tanto en el público del prime time?
M: Las ideas son más o menos siempre las mismas. Depende de cómo se cuentan. Hay veces queciertos contenidos pegan por una realidad social o política, que muestran cierta tensión, que generan más interés. No es el caso de esta novela. No es que justo está hablando de algo que pasa acá.
“Es un disparate comparar”
Juan Minujín tiene responsabilidades en teatro y televisión. Con Carla Peterson es un buen acompañante en el fuerte protagónico femenino que tiene Venus en piel, y con Juan Sorini en Viudas… es el encargado de que la acción aparezca.
—¿Con qué rol te sentís más cómodo?
M: En general, nunca pienso los personajes desde la importancia del rol, sino del conflicto que cuenta ese personaje. En ambos casos, en Venus… y Viudas…, los arcos que recorren los personajes son muy interesantes.
—Terminás de grabar una tira local, ¿creés que se está cerca de un estándar de calidad?
M: El estándar de producción es muy bueno desde lo creativo y la inversión. Es medio undisparate comparar una tira de 120 capítulos con una serie norteamericana de 13. Dentro de lo local, hay calidades distintas, incluso lo actoral. Si lo comparás con una novela brasileña, ellos tienen una industria que trabaja de otra manera. No se puede soñar con una inversión como la de Globo.