La paz se le ve en la mirada. Axel creó un universo de talento y buena onda genuina. De la que no se fabrica. Aquí, una entrevista exclusiva con alguien que sabe escuchar -y vivir- haciéndole caso al alma.
Lean bien esto. Axel no desentona. Ni cuando canta, ni cuando la luz del reflector le da en la cara. Y parece, un poco, sólo un poco, más luminoso, aún, de lo que ya es. Energía pura, sana, de la que es inocente sin saber por qué. Eso es lo que trae y lo que lleva Axel, el muchacho con cara de niño que canta baladas románticas para adolescentes y el hombre grande que ama a la música más que a nada sobre su universo. Y su Universo, el de las casualidades, el de dar para recibir, el de la magia amorosa, fue el mismo universo que un día, vaya regalo, lo hizo aterrizar en La Voz Argentina: “Cuando me lo propusieron, me puse a analizar el programa y a ver qué era exactamente este formato. Pude pedirle consejos a otros artistas que también han participado de él y dicen que todo fue súper positivo. De corazón, nunca pensé que iba a hacer algo de este estilo”, dice y le creemos.
Y, mientras habla, para, hace silencio y vuelve a hablar. Escucha. Porque se nota que Axel sabe escuchar. No habla porque sí. Cuenta lo que cuenta como si una paz interior lo llevara lejos y entonces, sólo entonces, todo alrededor fluye. Melódicamente fluye. Apelando a ese sentido indispensable, quizás, es que Axel sabrá qué hacer cuando las voces de los participantes pasen y salgan y él deba elegir. Elegir. Qué palabra. “Cualquier persona puede venir a cantar sin importar su imagen, su cara, su físico. Lo importante es la intención que ponga al cantar. Para mí, eso es algo que tomo muy en serio. Siempre recibís discos de gente que busca que los escuches. Realmente estar en un proyecto como éste, en donde tengo que escuchar con el alma y en donde el sentido más agudizado tiene que ser el oído, es una gran responsabilidad”.
¿Qué relación tendrá con los participantes de su equipo? En este punto, el Universo Axel sigue con otra máxima filosófica, bastante inmejorable: todos somos maestros y alumnos. “Yo creo que vamos a compartir mucho tiempo juntos. Nos vamos a conocer mucho: historia, vida, familia, sueños, demonios, temores. Creo que yo también voy a aprender mucho de ellos. Yo como siempre voy a dejar lo mejor de mí. Voy a ayudarlos en lo que pueda. Va a ser para mí emocionante verlos crecer”, confiesa Axel, con una sonrisa recontra amistosa. Ensanchada. Y vuelve, claro, a agarrar la guitarra o el charango para cantarse alguna. La gente lo mira. No pasa desapercibido nunca. Y sí. Eso le pasa siempre a esos que tienen reflectores en la cabeza pero brillan con luz tan propia…
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