Crítica: Peligro sin codificar

El programa de Diego Korol y la troup de humoristas comandados por "Yayo" Guridi, llegó finalmente a Telefe. Sin codificar, después de 5 años en la pantalla de América, cambió de canal y desde que se dio a conocer la noticia, todos nos hacíamos la misma pregunta: ¿Será lo mismo?. Los Simpson, una marca registrada del canal desde hace años, terminaron puntuales. Pero cuando ya nos acomodábamos para ver el arranque del nuevo Sin codificar, una habitación dibujada con una clara estética "Simpson" nos hacía dudar. Pocos segundos después, encontrábamos el inconfundible logo del programa estilo "subte londinense" en un rincón de la pantalla, y entendíamos el juego. Para la presentación Diego Korol y todo el equipo habían sido dibujados como personajes de la tira de Matt Groening y pintados de "amarillo Telefe". Una forma sutil de decir, "ahora son nuestros". 
El primero en aparecer fue Diego Korol, que presentó uno a uno a todo el equipo. Ni uno más ni uno menos, estuvieron todos con los que hasta hace una semana veíamos a través de repeticiones en la pantalla de América, que mientras ellos empezaban su nueva temporada en otro canal, repetía un programa de Secretos Verdaderos dedicado a Susana Giménez. 
Los primeros minutos se los vio pisar con cuidado, sin excesos, y por un instante volvíamos a hacernos la pregunta: ¿Será lo mismo? A medida que fueron pasando los minutos, los nervios del debut fueron desapareciendo y el programa encontrando su tono. "Los rebo" descontracturaron las cosas y para el momento de "La peña" toda la energía de Sin codificar aparecía en la pantalla, con todos hablando al mismo tiempo y tentándose de risa al aire, incluido Cacho Castaña, invitado al primer programa.
Nuevas secciones como el método para aprender inglés del "Gauchito Phil", o "El outlet del amor", la ficción con los peores actores del mundo, sumado a las caracterizaciones "papales", fueron las novedades del ciclo. Sin embargo el programa sigue encontrando sus mejores momentos en sus clásicos y a partir de un equipo que se nota la pasa bien al aire, quizás, su capital más grande.