Ahí está, es ella de vuelta, volvió. Está vestida de shortcito y remera, sin pretensión. Se saca los mocasines fucsias de terciopelo y se desliza sobre una cama blanca, mullida de hotel. Se recuesta sobre sus brazos y al fotógrafo le pide que haga foco en su última adquisición: un sello en el antebrazo que dice MADE IN RECREO, en alusión a su pueblo natal, para no olvidar de dónde viene su magia, que también es un pacto que hizo con su mamá, a quien le prometió dejar de convertir su cuerpo en un santuario cubierto de tatuajes-amuleto. Muestra sus manos y enumera: “Amor, niña mágica es lo que no puedo perder, universo porque es en lo que más creo, no me puede faltar música, por favor, este lunar es un homenaje a la alegría y a la unión familiar, y el Abracadabra es porque creo profundamente en el poder de lo que uno decide.” Calu entrega su espontaneidad a la cámara, ríe, alarga la letra “a”, la “e”. Una amiga, con la que estuvo haciendo compras al mediodía, pone Chances en el celular, el último disco de Illya Kuryaki, y Calu, que susurra la música compuesta por su ex novio, Emmanuel Horvilleur, propone un retrato a contra luz que le da a la foto una atmósfera de alba, ese momento del día en el que todo se prepara para lo que vendrá.
Hace tres semanas volvió de Nueva York. Estuvo dos meses viviendo en un departamento del Soho con su perrita Liona -“todo el tiempo me está estimulando algo real”- que tuvo que reemplazar por un hotel petfriendly con la llegada del huracán Sandy, que hizo que por seis días parte de la ciudad se quedara sin suministro de energía y para cargar el celular, por ejemplo, tuviera que caminar treinta y cinco cuadras.
¿Tuviste miedo?
Miedo no, porque un día antes había visto que en Buenos Aires hubo una tormenta y la gente estaba en la calle igual, sólo que ellos lo comunicaron y se prepararon como si fuera una película.
¿Qué fuiste a hacer a Nueva York?
Fui a perfeccionar mi inglés, y la verdad es que también fui a divertirme y a disfrutar del anonimato. Sentí que acá había perdido la espontaneidad. Hay que aprender a convivir con la mirada de los otros y no está bueno cuando te empieza a transformar. En este viaje, recuperé la espontaneidad a fondo y de hecho, volví a ser la chica de Recreo y estoy recontra pilas. Allá fui más niña que nunca y volví a vestirme como realmente me divierte. A mí me gusta ser real y lo que me pasaba allá era real.
¿Qué tiene que ver tu amistad con Sean Penn en este viaje a Nueva York?
No voy a hablar de eso. Hablaría un montón de esto, pero no.
Quizás él te motivó a pensar en tu proyección internacional...
No me gusta tener límites a la hora de expresarme, quiero estar preparada para todo. Al inglés lo veo como una herramienta más. Así, como cuando llegué a Buenos Aires hice foniatría para controlar la tonada, porque sino iba a quedar siempre como la chica del interior, está bueno tener la capacidad de expandirse, estar preparada para eso. Yo creo que la expansión está en mi ser, me gusta. Así como nací en un pueblo en Catamarca y después con mi familia nos fuimos a Córdoba, y después a Buenos Aires, me gusta adquirir nuevas experiencias. Disfruté mucho del grupo de la escuela de inglés, la mayoría eran asiáticos.
Ya que estamos hablando de cosas de las que no tenés ganas de hablar, ¿creés que fue abrupta tu partida de “Dulce amor”?
¡De eso sí te puedo hablar! Estaba pautado. Fue abrupto para la gente que no sabía que esto iba a pasar, pero no para mí, porque ya lo sabía. A la gente le es muy difícil entender que uno deja un éxito, como dicen, pero no entienden que uno va construyendo un caminito y quiere seguir sumando herramientas.
¿Padecés la masividad?
No es lo que mejor me hace. De hecho, me fui de viaje buscando lo opuesto. En un momento me vi creciendo con muchas presiones y dije: “Si esto es crecer, prefiero quedarme chiquitita y disfrutar otras cosas”. La gente exige y habla por hablar, y si bien no me afecta lo que digan, me afecta la liviandad con que dicen las cosas. En un momento me sentí sobreexpuesta, pero Dulce amor me permitió experimentar lo que es una tira popular y la fidelidad de los fans, te tratan como si estuvieras en su casa todas las noches.
Se dijo que te habías peleado con Juan Darthés...
Esa es energía que no voy a usar... Cuando volví grabé la última escena y está todo más que bien.
¿Cómo te ves de acá a cinco años?
No me gusta hablar de lo que no pasó, porque si los primeros días que estuve a Buenos Aires ni bien llegué hubiera pensado que en tan poco tiempo habría hecho pasos tan grandes no lo hubiera podido creer. Quizás el primero y el segundo año fue todo mucho más difícil, porque yo ni siquiera estaba preparada para ir a un casting y me presionaba. Pero ahora, no puedo dejar de sorprenderme con lo que pasó con Natacha de Dulce amor . Cada vez me sorprendo más porque si busqué hacer cine, nunca pensé que iba a ocurrir de esta forma. Con Tesis sobre un homicidio (ver “ Su primera...”) pisé este suelo y es algo que quiero seguir explorando, fue increíble.
¿Qué es lo que más disfrutaste?
Me encantó todo, en especial los tiempos con los que se trabaja. Si me presionaba no lo iba a disfrutar para nada, lo tomé como una oportunidad para demostrar lo que sé, sumado al privilegio de empezar con Ricardo (Darín) y pensé en exprimirlo todo lo que pude en cuanto a lo que podía aprender. Lo observaba y escuchaba mucho, él me trataba de igual a igual y eso me daba seguridad y libertad a la hora de actuar.
Tu personaje es el de una chica del interior, como vos.
Fue fuerte leer el guión. Uno es una plumita en la vida y nunca sabe lo que le puede pasar, y más siendo del interior, venís con una inocencia... Confiás en un montón de personas y la ciudad tienen un poco de oscuridad, es gente con otra cabeza y si uno sigue con esta modalidad de confiar...
¿Estás saliendo con alguien?
Tomé la decisión de estar sola, me gusta. Ahora estoy disfrutando de mis tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario