Y será competencia directa de la flamante Signos, la producción de Pol-ka que largó la semana pasada con Julio Chávez como asesino serial y que también se emite los miércoles a las 23, pero por El Doce (El Trece, en Buenos Aires).
Era lógico. Esta competencia era una jugada básica para el tramo en que se cierra el año de estrenos en la tele. Pero no por previsible deja de hacer cada vez más ingrata la vida del espectador de la TV abierta que, en el medio de la guerra del rating, esa que alimenta involuntariamente por su propia condición de público, termina convertido en el blanco perfecto, derrotado en sus posibilidades de elección y de disfrute.
Casi al final de un año en el que mandó el entretenimiento (MasterChef, el mundo Tinelli, Tu cara me suena) y la ficción para el público adulto patinó entre las novelas turcas, alguna perla de la TV Pública, los desvaríos de Noche&Día y los altibajos deEntre caníbales (o un exitazo juvenil como Esperanza mía), justo ahora que los astros se alineaban en Signos y una nueva recreación del caso Puccio asomaba en el horizonte, habrá que elegir una miniserie (y descartar la otra) porque ambas están programadas en distintos canales para la misma hora, las 23, de cada miércoles.
Las dos, con armas similares, con locaciones cuidadas, con elencos de peso y libros trabajados no permeables a los caprichos del rating, apuntan al mismo público, pero son tan certeras en calibrar la mira que, en vez de ganarlo y multiplicarlo, terminan por aniquilarlo. “Serás mío o de nadie”, parecieran decir los jefes de programación, con la lógica del amante patológico.
En razón de alianzas estratégicas, ambas producciones compiten en la TV abierta pero están programadas al día siguiente en señales pagas o plataformas online y ondemand, a tono con las nuevos modos de consumo audiovisual que no se miden en puntos de rating ni se atan a horarios tiranos, ni eternas tandas publicitarias.
“¡Qué noche de miércoles!”, dirán los televidentes adultos y bien educados. Y queriendo, o sin querer, quizás empiecen a auscultar estas nuevas formas de ver la tele que, vaya paradoja, parece que está matando a la televisión abierta.
Copado, no me lo pierdo ni loca, el primer capítulo me encantó. La peli ya la vi 2 veces jaja.
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