Por Pablo Culell, Director de Producción y Contenidos de la productora Underground
Los que hacemos la televisión dependemos de la elección del público, quien nos marca sus preferencias, y de los anunciantes, que según esa elección que determina la audiencia deciden su pauta publicitaria. El negocio de la TV, en definitiva, es “vender público” a los anunciantes.
Y no siempre lo que lo determina es el factor cuantitativo de audiencia sino el cualitativo, o sea, no sólo importa cuántos nos ven sino quiénes nos ven, referido a sexo, edades, composición socioeconómica y cultural de los televidentes. Los canales emisores y las productoras de TV, debido a ese motivo, perfilan sus públicos, porque el negocio se nutre de generar programas exitosos en cuanto a repercusión popular, y por ende de la captación de parte de la torta publicitaria, pero también de la calidad de esos productos, ya que la imagen y la identidad de cada empresa audiovisual son fundamentales para el posicionamiento local e internacional.
Para ello es importante el rating, una herramienta más, pero fundamental, en el negocio de la TV industrial, una brújula, que junto con otros indicadores, nos marcan el camino a seguir en los programas que producimos.
A través de la única medidora de audiencia existente, oficialmente, en nuestro país (la brasileña Ibope), observamos que, desde hace casi diez años, la TV abierta viene decreciendo en cuanto a la participación en el encendido general, ya que las audiencias migraron hacia el cable, canales premium, internet o redes sociales, entre otras alternativas. Es una tendencia global, y no local, siendo, además la Argentina uno de los países con mayor penetración en el cable de toda la región.
Esa tendencia se acentuó en los últimos años, las nuevas tecnologías con sus nuevas pantallas captan la atención del público (sobre todo del más joven), mucho más que la TV que estamos acostumbrados a mirar los mayores de 30 o 35 años. Y eso no es bueno ni malo, es lo que sucede, hay que aceptarlo y adaptarse.
En todo caso, “crisis” es “oportunidad”. El público cambiará la manera de mirar TV, pero no dejará de consumir contenidos, sobre todo de ficción, porque siempre querrá conmoverse con las historias que les contemos a través del soporte que sea, e interpretadas por sus actores preferidos.
Hacer más de 20 puntos de rating, entonces, hoy dista de ser algo habitual, ya que el público participa de otro modo en su relación con la TV abierta, habiendo tantas propuestas compitiendo en otras pantallas, y porque luego pueden ver esos programas por la web o pregrabados.
El público prefiere aquello que marque la agenda del “aquí y ahora”, como lo periodístico, o bien aquello que puede comentar a través de Twitter. Sólo los fenómenos populares, como nuestra recordada Graduados (ficción que, en su último episodio, marcó picos de 38 puntos hace sólo un año y medio) logran captar una atención más grande y masiva, y eso depende de cierto aspecto coyuntural. Algunos atraen audiencias que llamamos “turista”, que vienen del cable o internet sólo ante “llamadores” televisivos muy notables. Sucede hoy sólo con estrenos como el de Susana, con el show periodístico de Lanata y con el fútbol, aunque ninguno logra sostenerse en esos guarismos. Y se acerca la telenovela brasileña Avenida Brasil que resultó ser un boom mundial.
Sin embargo, ninguna ficción de 2013, ni los recientes estrenos de 2014, logran superar los 15 puntos, aunque a pesar de eso tienen repercusión en la opinión pública ya que son vistos luego a través de la web, por ejemplo.
Dentro de este panorama los productores no debemos asustarnos, sólo estar atentos, y previsores ante esta tendencia global donde la TV abierta, “vetusta” para muchos contenidos, incluso de ficción, aún está lejos de desaparecer, pero ya ha dejado de ser la gran protagonista.
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