Con ese breve compendio se podrían describir los programas de ficción más vistos en la temporada actual de la televisión. De este lado del ring, las propuestas argentinas de Mis amigos de siempre, Sres. Papis, Somos familia, estrenadas hace poco y con la gran misión de ocupar el aire de la pantalla chica durante varios meses. Del lado opuesto, la brasileña Avenida Brasil y la colombiana Escobar, el patrón del mal, dos superproducciones ambiciosas que han cautivado a la audiencia.
Alguien podría pensar que el afán comparativo es insidioso, pero valga el caso actual para repasar tradiciones de la cultura televisiva regional que la audiencia parece determinada a poner a prueba.
Tal vez el caso de Avenida Brasil sea el más paradigmático. La telenovela que narra la historia de una mujer a la que le arrebataron todo en la infancia y ahora vuelve buscando venganza, se ha convertido en lo más visto con picos y picos y picos de rating en el horario de la tarde. El fenómeno continúa luego en las redes sociales y se desperdiga con la fuerza del boca en boca, del posteo a posteo. Es el programa más visto del verano, dejando atrás a todas las apuestas locales.
Sucede algo similar con Escobar, el patrón del mal, que presenta un formato que mezcla rigor histórico con algo de ficción sin perder la lógica del entretenimiento. No entra en el podio del rating diario, pero se apuntaló en el horario central de canal 9 (en Córdoba se ve por cable) y sus números siguen subiendo en la medida en que la historia muestra la consolidación y metamorfosis del jefe narco más famoso del mundo.
Ambas telenovelas son verdaderos ejemplos de superproducciones pensadas para ser emitidas en un lapso de pocos meses. Lo de súper no es en vano: súper maduradas, súper promocionadas, con súper presupuestos (su realización ronda los $30 millones de dólares, recuperados con creces en publicidad y otras yerbas), y súper buenas. Locaciones en exteriores con paisajes reales, diálogos envolventes, vestuarios impactantes, actuaciones a conciencia, que de alguna manera logran seducir al espectador en busca de historias complejas. En definitiva, los “pesos pesado” de la tele.
Cuando de argentinidades se trata, tampoco es cuestión de desmerecer el esfuerzo laboral, pero queda claro que en la analogía pugilista la mayoría de los productos entran en la categoría “peso pluma”. Así y todo, las ideas locales siempre se cuentan entre los más solicitado. Dependiendo del humor social imperante, los temas centrales han variado y muchas veces se han constituido en rotundos éxitos (Graduados, por señalar un ejemplo) pero también en grandes fracasos (Lobo, por señalar otro).
Con excepción de algunos unitarios concebidos con más tiempo, el factor más determinante a la hora del análisis tiene que ver con la periodicidad diaria: el rating obliga a las tiras a perpetuarse hasta el hartazgo muchas veces en detrimento de la historia y forzando tramas que dejan de tener sentido. Algunos actores se bajan, otros se suben, y todos trabajan a destajo para mantener el ritmo. La improvisación de contenidos depende del ánimo del escritor de turno. Sin ir más lejos, basta con analizar los destinos de Farsantes y Solamente vos por estos días. Además, los escenarios parecen muchas veces maquetados y profilácticos, el “costumbrismo” inverosímil, y el monopolio de algunas productoras, algo para tener en cuenta.
La mediación del Incaa a la hora de financiar proyectos ha sido provechosa en este último tiempo. Han aparecido numerosas ficciones que sin la mano financiera del Estado jamás habrían podido alcanzar la pantalla chica. Sin embargo, sólo llegan a algunos canales y tienen corta duración.
Poco se sabe de los gustos de la audiencia, evaluada muchas veces sólo por el bendito rating. ¿Qué quiere ver la gente? Teniendo en cuenta que el encendido de la tele viene en franco retroceso, que la tendencia es migrar al cable y a la Internet, y que las producciones extranjeras igualan (o superan) hoy por hoy en rating a las locales, tal vez sea hora de empezar a pensar en cómo complejizar y darle valor agregado a nuestras ficciones.
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