Llega a la nota con las uñas pintadas y los ojos delineados, que cada tanto esconde detrás de sus gafas oscuras. No es que reniegue de su estética, sólo que no es ‘su’ estética. Entre la grabación de la mañana y la de la tarde, Juan Pablo Geretto quedó a mitad de camino: habla él, pero se asoma ella. Sentado a la mesa de un restaurante de Devoto, en plena vereda, el mix llama la atención. O tal vez ya sea su cara, ésa que ha dejado ver en 20 años de oficio, pero que recién ahora, gracias a la magia de la televisión, empieza a volverse familiar. Sí, él es Reina, ese particular personaje que, con dos semanas de pantalla, ya amaga con convertirse en el más pintoresco de Los vecinos en guerra (a las 21.30, por Telefe).
Como un pedacito de Reina le quedó instalado en el cuerpo para poder tener continuidad en las escenas de la tarde, las fotos se hicieron a cara lavada. Pero Geretto es de ese tipo de entrevistado que, aún con el maquillaje en el almuerzo a cielo abierto, logra desdibujar cualquier resto de brillo que le hayan puesto. Lo suyo, se intuye, no es la purpurina.
“Es la primera vez en mi vida que hago una tira y, al mismo tiempo, los fines de semana estoy de gira con mi unipersonal - Maestra normal (ver Su obra)-, pero no me cansa para nada. De pibe era igual… Siempre estaba haciendo algo. Nunca disfruté del ocio pasivo. Me escapé del aburrimiento todo lo que pude. En general, mis situaciones de aburrimiento son con gente, con alguna situación social, pero no por estar solo o por no saber qué hacer. Es más, puedo estar en absoluto silencio y pasarla bárbaro”, reconoce el actor nacido hace 39 años en Junín y criado en Gálvez, provincia de Santa Fe.
Mientras aspira alguna que otra ‘s’ , un cálido reflejo de sus tiempos en el interior, comparte que “lo que pasó ahora es que llegó la tele, que tiene una exposición mucho mayor a la del teatro. La gente me puede mirar distinto, pero yo no cambié mi mirada. Soy el mismo. Para el público de los unipersonales yo ya era conocido, pero para el de la televisión era un perfecto desconocido, más allá de algunas cositas que hice. Y esto está bueno, también, porque cuesta menos llevar la gente al teatro. Claro que después hay que retenerla”.
Con unos pocos capítulos de la tira al aire (protagonizada por Diego Torres, Eleonora Wexler y Mike Amigorena), cuenta que Reina no le hizo aún firmar autógrafos: “Si me piden firmo, obvio. El reconocimiento siempre está bueno, pero a mí todavía me gusta mucho sentarme en los bares y ser anónimo, y escuchar las conversaciones de los demás”.
Después de 20 años de teatro, ¿buscabas la oportunidad de la televisión?
No, de verdad que no. Un día llegó. Para esta convocatoria, por ejemplo, sé que la gente de Underground (la productora de Sebastián Ortega) me fue conociendo por las obras, sobre todo por Rain Man (que coprotagonizó junto a Fabián Vena), y me ofrecieron este papel, que es muy divertido. Lo pensé bastante, porque no es un lenguaje que yo maneje. Me crié viendo tele y por ahora me está resultando más fácil verla que hacerla.
¿La padecés?
La padecí dos días y después decidí dejar de padecerla. Además, me tocó un grupo de gente genial, porque mi personaje interactúa básicamente con Mike, Hugo Arana, Mónica Antonópulos y Gastón Soffritti (ver Reina). Pegamos onda rápidamente. Lo que sucede antes de salir al aire ya está bueno, así que, imaginate. Entonces ir cada día a grabar me da muchas ganas. Pero pensá que a tipos como Eleonora, Mike o Arana yo los veía del otro lado, tirado en el sillón, y ahora los tengo al lado. No me los quiero perder.
Si bien su Reina -que en realidad es un transformista que por el momento hace de mujer, al que Alex (Amigorena) contrató para que jugara a ser su suegra- lo tiene por primera vez en una ficción con continuidad, Geretto ya había asomado las narices en pantalla. Su debut fue hace once años, “cuando (Marcelo) Tinelli había organizado enVideomatch el concurso Comic 2002 . Primero habían hecho una convocatoria pública, y luego la producción salió a buscar gente que tuviera rutinas de humor en ámbitos teatrales y me invitó a participar. Llegué a la final, pero no gané”.
A partir de la repercusión que tuvo su rica galería de criaturas, llevó a ‘La maestra’ -tal vez su mejor creación- a las Mañanas informales que animaba el inolvidable Jorge Guinzburg, y actuó en Circo criollo, entre otros ciclos. “Esta es la primera vez que interpreto por mucho tiempo un personaje que no planifiqué yo (participó en El puntero e Historia clínica). Y está buenísimo porque es alguien que está en una ficción dentro de otra ficción”.
En medio de la ensalada de pollo con miel y sésamo, recuerda que de chico decía que de grande sería médico, “sólo para dejar a todos contentos. Pero no sabía bien qué quería hacer. El teatro me llegó a los 8 años, a través de un curso en la escuela, y siempre fue una constante en mi vida. Después seguí actuando de forma independiente en los pueblos. Y a los 17, cuando me mudé solo a Rosario, conocí a un grupo de transformistas maravillosos y empecé a meterme ahí. Salieron cosas maravillosas”.
Por aquellos tiempos, trabajó en un bar como mozo, en una imprenta y en una peluquería, a la que entró lavando cabezas, para pasar enseguida a cortar cabelleras.
¿Quién te había enseñado a cortar el pelo?
El hambre.
Ah, un peligro…
No, no te creas. Nadie se fue diciendo ‘Qué feo corte’ , pero sí muchas mujeres se iban diciendo ‘ Qué simpático, qué onda’ . Y, en paralelo, seguía subiéndome al escenario.
No, no te creas. Nadie se fue diciendo ‘Qué feo corte’ , pero sí muchas mujeres se iban diciendo ‘ Qué simpático, qué onda’ . Y, en paralelo, seguía subiéndome al escenario.
Luego formó un dúo teatral y en el ’99 se animó con su primer unipersonal, Solo como una perra, el antecesor de Como quien oye llover, que presentó durante tres años en Rosario y luego mudó a Buenos Aires, ciudad en la que finalmente se instaló.
Socio de las ceremonias afectivas, una vez por mes se reúne a comer con sus amigos rosarinos que han puesto su Norte en Capital Federal o sus verdes arrabales -como él, que vive en Pilar con su pareja (ver La vida...)- y cada tanto echa la vista atrás y celebra: “No niego el pasado, para nada, pero soy cero nostálgico. Y, cuando repaso el camino, tengo clarísimo que nunca estuve mejor que ahora. Sí tuve muchos momentos divertidos, gratos, pero ahora tengo certeza de plenitud”. La pantalla, tal vez, le permita que en la calle, o donde sea, alguien le agradezca su gracia.
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