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24 mar 2013

Miradas opuestas de "Peligro, Sin codificar"




La nueva temporada del programa "Peligro, Sin Codificar" ya ha comenzado, y la principal noticia es que todo sigue igual. Por suerte, el ciclo conducido desde el micrófono por Diego Korol y desde el humor por el cordobés Yayo Guridi mantiene los mismos niveles de humor desopilante que supo instalar durante varias temporadas en las que se presentaba en el canal América.
Y no es que no hayan querido renovarse, no lo necesitan.
El programa es tan impredecible y carga con tanta repentización que puede prescindir de contar con una gran escenografía o efectos pirotécnicos para ser eficaz. "Peligro, Sin Codificar" ha conservado su esencia sin haber sentido el cimbronazo de su paso a uno de los canales más vistos y de contenidos más intensamente familiares de la Argentina, y eso es una virtud.
Siguen siendo ellos, los mismos delirantes del humor que demostraron, con creces, que hay vida fuera de la burbuja de Marcelo Tinelli.
La ecuación es simple, cuando hay suficiente talento, la cosa funciona. "Peligro, Sin Codificar" arranca la carcajada del televidente desde el minuto cero y tiene la visión para sostenerla viva durante toda la semana en las redes sociales y, sobre todo, en las miles de visitas a You Tube (de hecho, la "cumbia papal" ya tiene casi tres millones de reproducciones) y se convirtió en el único refugio para el humor en la pantalla.
Si nos permitimos una analogía futbolística: es un equipo compacto, sin fisuras, donde todos son generosos y solidarios con el prójimo. Todos son cracks del humor, aunque hay que reconocer que cuentan con el mejor jugador del mundo de la risa: Yayo Guridi.
En contra: Decodificado en exceso
Telefe, y por consiguiente Teleocho de Córdoba, experimentaron el domingo pasado un regreso a la década de 1990. Como embrujada por un hechizo del tiempo (lamentablemente, sin Bill Murray) la caja boba sacó del baúl las sobras de la fiesta que Tinelli animaba en el canal de las pelotas a mediados del decenio convertible, esta vez, sin Marcelo. En su lugar, Diego Korol, el sucesor menos pensado, y al mismo tiempo el más ubicuo de todos.
El truco de Korol es jugarla de canchero, de tipo simpático y barrial. Para eso, le deben haber dicho, es imprescindible dejar de pronunciar las "eses" y dirigirse al público forzando al máximo el estereotipo aprendido en sus años de ilustración en lo que él mismo reconoce como su escuela: ShowMatch.
Ahí están, como emblema de esa educación humorística, Pachu Peña (cuya única idea es agregar la sílaba "en" al final de cada palabra, construyendo un pretendido alemán trucho); Pichu Straneo sin más armas que su uruguayitud y algunos atisbos de humor físico; y Yayo Guridi con su limitadísimo repertorio de tics (desde la inexpresividad, hasta la escatología, alguien tiene que decir que no inventó nada, aunque triunfe en Buenos Aires).
"Peligro, Sin Codificar" tiene el tono justo de una estudiantina donde los que más se divierten (o los únicos que se divierten) son los protagonistas y en la que no todas las salidas desopilantes dan en la tecla (en rigor de verdad, muy pocas).
Y no hay que escarbar demasiado para encontrar, incluso, algunas marcas de homofobia y misoginia, escondidas bajo toneladas de risas fingidas. ¿Quién dijo que Tinelli no volvió a Telefe?

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