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5 abr 2015

Nazareno Móttola y la otra cara del humor


Detrás del humorista de risa fácil se esconde una historia difícil que poco tiene que ver con el personaje divertido que despunta en la televisión y el teatro. A los 32 años, Nazarena Móttola tiene ya una larga trayectoria en los medios y se consagró trabajando con grandes como Susana Giménez y Antonio Gasalla.

El histriónico actor de Peligro Sin Codificar y Más respeto que soy tu madre II corrió el velo de su vida privada y contó cómo fueron sus inicios en el ambiente artístico. “Lo primero que hice fueron las cámaras ocultas para VideoMatch, en 2002. Venía de una escuela de circo y me llamaron para hacer unas caídas. Tenía 20 años y estaba cagado de hambre. ‘¿Cuánto hay?’, pregunté. ‘120 pesos’, me dijeron”, contó Naza, en una entrevista con el diario Clarín.

“Me pagaban eso por cada cámara. En ese entonces trabajaba en el circo y ganaba 250 pesos por semana. Era un re negoción para mí hacer lo de Tinelli. Venía sin laburar mucho, medio mal y trabajaba de lo que podía y lo que encontraba”, confesó Móttola y detalló algunas de sus actividades. “En una gomería, en una rotisería, en una pizzería y con un feriante. Después trabajé haciendo changas y cortaba el pasto”, detalló.

Sin perder el humor, Mottola recordó una divertida anécdota de uno de sus tantos trabajos. “Una vez estaba sin laburo y me propusieron limpiar un tanque. En vez de con una escalera, subí con una soga tipo de albañil. Tenía como un gancho en la punta. Me resbalé, me enganché el pantalón y quedé colgado desnudo a nada del piso, ja ja ja”, relató, entre risas.

“Empecé a trabajar de muy chico. Uno de mis primeros laburos, a los 13 ó 14 años, fue vender tablas de madera para cortar comida. También dulces caseros. Era más como un juego, pero a los 15 ya empecé a laburar en serio por necesidad. Mis viejos hicieron todo lo que pudieron, pero tuvimos épocas malísimas. Siempre fui independiente y no me gusta pedir”, aseguró el humorista y contó qué hizo con su primer sueldo importante.

“Vivíamos en lo de mi abuela y tuve la posibilidad de comprarme una casa para mí y otra para mi mamá. No sufrí, no me gusta dar lástima, pero cuando uno no tiene nada aprende a cuidar la plata. Tomamos té durante mucho tiempo. De chico pasé hambre. Yo no quería vivir eso. Siempre tuve en la mente que no quería ser grande y vivir eso mismo”, completó.

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