Estamos informados y desinformados al mismo tiempo y eso a veces nos acorrala y nos confunde, y a la vez también nos clarifica, depende de la persona. Yo entiendo que el argentino mal informado toma la decisión de estarlo, ya no es una víctima de los medios, ha elegido esa manera de asumir la realidad. Y después están los otros, que saben bien que su toma de posición tiene sus pros y sus contras, pero deja de medir con rigor lo negativo porque las cosas a favor son tantas y tan beneficiosas para muchos sectores que han estado relegados, que sólo se fija en esos aspectos positivos, y no está mal que así sea. Uno es muy consciente de la situación económica, política, social, etc., y advierte con claridad y facilidad cuando algunos tratan de encapuchar todo eso, y sabe correr la maleza.
Hay gente que no lo hace, o no sabe cómo hacerlo, y se deja llevar dócilmente por la confusión. Por ejemplo, hace poco una señora que conozco y vende remeras en un puesto de Parque Los Andes, de donde soy vecino y plaza a la que concurro a menudo, se dirigió a mí con tremendos improperios a pesar de que estaba acompañado por mis hijos, producto de una enorme confusión acerca de una posición mía que salió en un medio con respecto a una medida del Gobierno. Yo no soy enemigo de esa mujer ni ella es mi enemiga ni lo va a ser nunca, es simplemente una persona acorralada por un sistema informativo tendencioso, que a menudo logra cegar a la gente”.
–¿Cuáles eran tus intereses partidarios en tu Rosario natal?
–En mi casa estaban divididas las aguas, porque por un lado mi madre venía de una tradición familiar afincada en la democracia progresista, con Lisandro de la Torre como referente, y también apoyaba al radicalismo, y por el lado de mi papá, con el movimiento peronista como bandera. Entonces ahí había posturas políticas bien distintas, con disputas y enconos interesantes. Ambos venían de familias de clase media trabajadora, en eso eran de la misma extracción. Por otra parte mi viejo era fana de Newell’s y mi madre de Central, ¡otro motivo grande de confrontación! El fútbol se vivía con mucha intensidad en mi casa, gritándose los goles unos a otros en el clásico, pero yo no heredé esa pasión, sí bien me hice de Newell’s y me enorgullece ese club.
–¿Y por cuál de los dos te surgió la vocación artística?
–Digamos que mi papá fue cincelador y llegó a hacer hermosos objetos de bronce que aún conservo, pero la verdad que hizo de todo, fue comerciante, jugador de fútbol, ¡hasta fue croupier en el casino de Mar del Plata! Mis dos padres me apoyaron mucho en mi interés por la actuación, en eso ambos estuvieron de acuerdo.
–En política y en fútbol, no tanto…
–No, pero te cuento que el advenimiento de la democracia en 1983, si bien ambos votaron cosas distintas, se vivió como una verdadera fiesta en mi casa. Mi viejo en ese momento votó a Luder, por una convicción verticalista a la cual no pudo escapar, y no estaba muy contento cuando mi hermana fue a ver el cierre de campaña de Alfonsín en el Monumento a la Bandera, ¡pero sin embargo después tenía una alegría inmensa por el triunfo alfonsinista! Mi mamá sí lo votó, pero en ese momento no había reproches de ningún lado, festejamos en familia como si todos fuésemos radicales de toda la vida. Pero eso pasó en muchas casas en aquel momento, salíamos de un momento tan oscuro de nuestra patria, que la celebración era unánime.
–¿Y vos a quiénes fuiste votando en medio de esas tendencias familiares dispares?
–Yo ya estaba estudiando teatro cuando Menem empezó a gobernar, y si bien el peronismo de mi viejo había influido mucho en mí, no lo voté ni en la primera ni en la segunda elección, me inclinaba por la izquierda. Pero no estaba muy interesado en las campañas en esos momentos. Convengamos que en los ’90 la incredulidad en ese terreno estaba muy extendida, yo descreía totalmente de la política. Me parece que tampoco lo voté a Kirchner en la primera votación, aunque no recuerdo por quién lo hice. Más que nada por haber venido de la mano de quien venía, un dirigente político que representaba el continuismo de un modelo que no iba a cambiar nada.
–¿Y en qué momento la figura de Néstor reclamó tu atención?
–Como a muchos, cuando bajó los cuadros en ese acto militar. Ese gesto, más que llamarme la atención, me conmocionó profundamente. A partir de ahí mi adhesión fue inmediata, porque él ya venía de tomar algunas medidas que iban más allá de los gestos, entonces uno sabía que eso no iba a ser algo despojado de contenido sino todo lo contrario. Ya no dudé nunca más, y obviamente voté a Cristina en ambas elecciones, totalmente convencido. Otro momento clave fue la pelea por el campo, que fue fundante porque clarificó la postura de muchos, para un lado o para el otro. A mí me resultó particularmente indignante por la utilización del cacerolazo, que hasta ese momento tenía un significado de rebelión que fue totalmente tergiversado por esa gente, que se apropió de un símbolo de la lucha popular para emplearlo a favor de los poderosos.
–¿La actuación surgió en vos tempranamente?
–Sí, tal cual, apenas terminé la secundaria entré en el conservatorio, que se acababa de abrir. Al principio hacía teatro con mi hermana, que es un poco mayor, así que el apoyo familiar fue total. Luego de hacer muchas cosas en Rosario y Santa Fe, lo más relevante fue haberme incorporado al Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, una decisión fundamental en mi carrera, ya que me llevó a hacer giras incluso por Europa, una extraordinaria experiencia.
–¿En la tele se puede decir que el mayor impacto lo tuviste con Montecristo?
–Sí, no fue lo primero en lo que tuve repercusión, pero sí fue muy importante. Antes de eso, en Padre Coraje tuve un rol que también le llegó mucho a la gente, con muchas facetas. Pero Montecristo sin dudas fue un hito, un gran programa y un gran éxito, además de tocar el tema de los desaparecidos y la búsqueda de nietos apropiados, tanto es así que durante su desarrollo en tira diaria se recuperaron tres o cuatro muchachos que buscaban su origen.
–Ahora estás a full con Arostegui de Viudas e hijos del rock & roll, ¿un personaje que es tan despreciable como aparenta?
–Sí, es terrible, ideológicamente detestable. Autoritario, inescrupuloso, temible, machista, opresivo, las tiene todas; además es un fabulador. El otro día me encontré con un hombre que me felicitó por el rol pero me dijo: “Usted no está de acuerdo para nada con el proceder de ese señor, ¿no?”. ¡Menos mal, porque a veces tengo que andar explicando que no tengo nada que ver con ese tipo! Por otro lado Arostegui hace reír y genera cierto tipo de extraña adhesión o simpatía, quizá porque en algunas familias tipo argentinas se puede encontrar algún Arostegui dando vueltas. Una buena producción de Sebastián Ortega que me da la posibilidad de hacer ese tipo, pero también una de las pocas opciones que tiene la gente de ver una tira nacional, porque las latas del exterior nos están tapando. Son más baratas, alcanzan cierto éxito y disminuyen la industria televisiva argentina. Responden a la ley de mercado, pero no todo se puede manejar con ese criterio.
–¿Cuáles eran tus intereses partidarios en tu Rosario natal?
–En mi casa estaban divididas las aguas, porque por un lado mi madre venía de una tradición familiar afincada en la democracia progresista, con Lisandro de la Torre como referente, y también apoyaba al radicalismo, y por el lado de mi papá, con el movimiento peronista como bandera. Entonces ahí había posturas políticas bien distintas, con disputas y enconos interesantes. Ambos venían de familias de clase media trabajadora, en eso eran de la misma extracción. Por otra parte mi viejo era fana de Newell’s y mi madre de Central, ¡otro motivo grande de confrontación! El fútbol se vivía con mucha intensidad en mi casa, gritándose los goles unos a otros en el clásico, pero yo no heredé esa pasión, sí bien me hice de Newell’s y me enorgullece ese club.
–¿Y por cuál de los dos te surgió la vocación artística?
–Digamos que mi papá fue cincelador y llegó a hacer hermosos objetos de bronce que aún conservo, pero la verdad que hizo de todo, fue comerciante, jugador de fútbol, ¡hasta fue croupier en el casino de Mar del Plata! Mis dos padres me apoyaron mucho en mi interés por la actuación, en eso ambos estuvieron de acuerdo.
–En política y en fútbol, no tanto…
–No, pero te cuento que el advenimiento de la democracia en 1983, si bien ambos votaron cosas distintas, se vivió como una verdadera fiesta en mi casa. Mi viejo en ese momento votó a Luder, por una convicción verticalista a la cual no pudo escapar, y no estaba muy contento cuando mi hermana fue a ver el cierre de campaña de Alfonsín en el Monumento a la Bandera, ¡pero sin embargo después tenía una alegría inmensa por el triunfo alfonsinista! Mi mamá sí lo votó, pero en ese momento no había reproches de ningún lado, festejamos en familia como si todos fuésemos radicales de toda la vida. Pero eso pasó en muchas casas en aquel momento, salíamos de un momento tan oscuro de nuestra patria, que la celebración era unánime.
–¿Y vos a quiénes fuiste votando en medio de esas tendencias familiares dispares?
–Yo ya estaba estudiando teatro cuando Menem empezó a gobernar, y si bien el peronismo de mi viejo había influido mucho en mí, no lo voté ni en la primera ni en la segunda elección, me inclinaba por la izquierda. Pero no estaba muy interesado en las campañas en esos momentos. Convengamos que en los ’90 la incredulidad en ese terreno estaba muy extendida, yo descreía totalmente de la política. Me parece que tampoco lo voté a Kirchner en la primera votación, aunque no recuerdo por quién lo hice. Más que nada por haber venido de la mano de quien venía, un dirigente político que representaba el continuismo de un modelo que no iba a cambiar nada.
–¿Y en qué momento la figura de Néstor reclamó tu atención?
–Como a muchos, cuando bajó los cuadros en ese acto militar. Ese gesto, más que llamarme la atención, me conmocionó profundamente. A partir de ahí mi adhesión fue inmediata, porque él ya venía de tomar algunas medidas que iban más allá de los gestos, entonces uno sabía que eso no iba a ser algo despojado de contenido sino todo lo contrario. Ya no dudé nunca más, y obviamente voté a Cristina en ambas elecciones, totalmente convencido. Otro momento clave fue la pelea por el campo, que fue fundante porque clarificó la postura de muchos, para un lado o para el otro. A mí me resultó particularmente indignante por la utilización del cacerolazo, que hasta ese momento tenía un significado de rebelión que fue totalmente tergiversado por esa gente, que se apropió de un símbolo de la lucha popular para emplearlo a favor de los poderosos.
–¿La actuación surgió en vos tempranamente?
–Sí, tal cual, apenas terminé la secundaria entré en el conservatorio, que se acababa de abrir. Al principio hacía teatro con mi hermana, que es un poco mayor, así que el apoyo familiar fue total. Luego de hacer muchas cosas en Rosario y Santa Fe, lo más relevante fue haberme incorporado al Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, una decisión fundamental en mi carrera, ya que me llevó a hacer giras incluso por Europa, una extraordinaria experiencia.
–¿En la tele se puede decir que el mayor impacto lo tuviste con Montecristo?
–Sí, no fue lo primero en lo que tuve repercusión, pero sí fue muy importante. Antes de eso, en Padre Coraje tuve un rol que también le llegó mucho a la gente, con muchas facetas. Pero Montecristo sin dudas fue un hito, un gran programa y un gran éxito, además de tocar el tema de los desaparecidos y la búsqueda de nietos apropiados, tanto es así que durante su desarrollo en tira diaria se recuperaron tres o cuatro muchachos que buscaban su origen.
–Ahora estás a full con Arostegui de Viudas e hijos del rock & roll, ¿un personaje que es tan despreciable como aparenta?
–Sí, es terrible, ideológicamente detestable. Autoritario, inescrupuloso, temible, machista, opresivo, las tiene todas; además es un fabulador. El otro día me encontré con un hombre que me felicitó por el rol pero me dijo: “Usted no está de acuerdo para nada con el proceder de ese señor, ¿no?”. ¡Menos mal, porque a veces tengo que andar explicando que no tengo nada que ver con ese tipo! Por otro lado Arostegui hace reír y genera cierto tipo de extraña adhesión o simpatía, quizá porque en algunas familias tipo argentinas se puede encontrar algún Arostegui dando vueltas. Una buena producción de Sebastián Ortega que me da la posibilidad de hacer ese tipo, pero también una de las pocas opciones que tiene la gente de ver una tira nacional, porque las latas del exterior nos están tapando. Son más baratas, alcanzan cierto éxito y disminuyen la industria televisiva argentina. Responden a la ley de mercado, pero no todo se puede manejar con ese criterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario