Las dos podrían entrar en una definición muy genérica como “mujeres sufridas”. A una se le nota en el cuerpo, en la expresión de una cara que sabe más de desengaños que de sonrisas. A la otra, no. Ella va sorteando los obstáculos disfrazándolos de glamour, tal vez convencida de que lo que no parece, no es.
Ofelia y Barbie son las nuevas criaturas de ficción destinadas a generar la empatía de los espectadores. La primera, interpretada por Mimí Ardú, llegó a Dulce amor (a las 22.30, por Telefe) cuando al culebrón más exitoso de la temporada 2012-13 le falta poco para terminar. Su personaje es “la otra”, la mujer con la cual el padre de Marcos y Florencia Guerrero (Sebastián Estevanez y Micaela Vázquez) armó otra familia, a la cual también abandonó a su suerte. El primero en blanquear la existencia de ese otro núcleo familiar fue Bruno (Nicolás Zuviría). Ahora el chico busca a Vicente (Cacho Castaña), ese padre siempre ausente, como la única esperanza para un transplante de riñón que salvaría su vida. En ese marco es que aparece Ofelia, en un encuentro casual con Isabel (Georgina Barbarossa), que termina con una verdad incontrastable en boca de la primera: “Las dos fuimos unas cornudas”.
Barbie, en cambio, está muy lejos de admitir que se la pasó viviendo a los tumbos. La media hermana de Juan (Juan Gil Navarro) en Mi amor mi amor (a las 23.30, por Telefe) acaba de llegar de los Estados Unidos, donde pasó casi toda su vida, junto a su madre. Para los demás, ella tiene títulos en Harvard, un novio operador de bolsa en Wall Street, y un departamento en Manhattan: casi una Sex and The City. Supone Barbie que el barniz del éxito la hará más querida entre esa familia que apenas conoce. Su arduo trabajo de camarera, y su frustrada vida sentimental, seguirán, por ahora, bien escondidos.
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