Todavía con la sorpresa de lo nuevo maquilllándole la cara, Juliana Gattas, la señorita que también representa a Miranda!, el grupo pop más convocante de nuestro país, se sienta, habla. Y su mirada contesta.
Pero no habla como quien charla con sus amiguitas en la peluquería. Ella no es de esas, señores. Ella no. Ella es contundente. Así parece. Una mujer fuerte. Una mina símbolo. Una mujer que sabe lo que quiere y lo dice. Entonces, cuenta que eso de ser entrenadora de La Voz Argentina le cayó del cielo. Que estaba ensayando para un nuevo espectáculo y que pum. La propuesta. La extravagancia. La aventura.
Y su reacción, insiste, tuvo que ver con lo arriesgado. “Fue un abanico de sensaciones”, describió ella. Y no se equivocó. “Lo hablamos un poco”, comenta y al instante lanza la definición más zarpada y maravillosa de toda la entrevista: “Esto es surrealista”. Así, como Dalí, como Bretón, como Buñuel pero en versión programa de televisión. “Es raro. Pero a su vez, también siento que corresponde. A mí me resulta súper interesante esto”, dice Juli. Okey. Pero ¿qué pasará cuando este “abanico de sensaciones” tenga que valerse sólo de lo que dice el oído? Parece que ahí, el tema empieza a complicarse. “No sé. Yo me guío por todos mis sentidos. Vamos a ver”.
Todos los que conocen el formato de La Voz saben que todo puede pasar. Y que no solamente estamos hablando de escuchar participantes en un concurso de canto. No, no, no. Nada de eso. La Voz Argentina es mucho más. Es sentimiento. Es contención. Es guía. Es capacidad de los maestros para ser líderes que enseñen, aprendan, ejecuten, manden. “¿Cómo voy a hacer con eso? No tengo idea”, reclama Juliana. Y aclara, para que todos la tengan clara: “Salvo a mi hija no suelo decirle a nadie lo que debe hacer. Yo voy a disfrutar y listo”, dice, como cierre inmejorable. Confirmando que sabe de qué se trata el juego, que sabe de lo que habla.
Telefe
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