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8 may 2013

Que nos volvamos a ver



“Primero de visitantes y ahora de locales, como la Copa Libertadores”, bromea Mariano Peluffo sobre el espíritu dePerdidos en la ciudad, el reencuentro, la segunda temporada de Perdidos en la tribu, el docu-reality de Eyeworks Cuatro Cabezas que volverá a tenerlo como conductor y que, desde esta noche, irá todos los mércoles a las 22.45 por Telefe.

El año pasado, los Funes, los Moreno y los Villoslada viajaron a Indonesia, Etiopía y Namibia para convivir con nativos de estos países. Esta vez, fueron distintos integrantes de las tribus ancestrales Mentawai, Hamer e Himba los que viajaron hasta Buenos Aires y se instalaron durante un mes en las casas de las familias que antes albergaron en sus aldeas.

“Los de acá no sabían a quiénes iban a recibir, entonces al principio estuvo la sorpresa de ver quién bajaba del avión. Y después se pusieron en juego las vivencias de lo que significa este choque cultural para estas tribus”, relata Peluffo.

¿Que esta segunda temporada se haya realizado en Argentina te permitió interactuar más con los distintos grupos?
Creo que el programa tiene una dosis justa de participación del conductor, en este caso yo, que hace que el público lo identifique como “el programa de Peluffo”, pero sin robarle protagonismo a estas historias. Se tomaron los cuidados para que la experiencia fuera lo más higiénica posible: una o dos personas para grabar y listo. No llenar las casas de gente porque eso inhibe.

¿Los equipos de producción no convivieron con las familias?
No, la producción no se instaló. Iban, grababan las actividades pautadas y después dejaban una o dos cámaras para que las familias grabaran lo que quisieran. Hubo ratos libres, también. Porque en los tiempos muertos es donde a veces se rompe una dinámica, o se dan charlas que, si bien no las tenés grabadas, modifican los vínculos y te dan contenido para el programa.

¿Cómo es relación entre la producción y los distintos grupos?

Con las familias argentinas, la mejor. Con los de las tribus hay una relación de cariño, pero obviamente desde otro lugar. Igual, estas tribus, si bien viven así, en esas aldeas y con esas costumbres, uno no cae de la nada. Hay una primera avanzada con distintos Ministerios de cada país, se les consulta a las aldeas si aceptaría recibir gente y, si aceptan, se produce un intercambio. A las tribus se han llevado medicinas, herramientas... El médico que viaja con cada delegación termina atendiendo a la gente de las tribus también. Es todo un trabajo antropológico, si se quiere.

¿Y en el caso inverso hubo complicaciones?


Aunque parezca mentira, lo más difícil fue el papeleo. Muchos no tenían ni partida de nacimiento. Entonces hay que tramitar como unas guías de documentación que emite un único ente autorizado de la ONU. Te tienen que firmar unos permisos y con esos papeles viajan, porque no tienen pasaportes, nada.

¿Qué cambios sustanciales hay entre la primera temporada y ésta?


Yo noté dos cambios muy fuertes. El primero fueron las ganas de volverse a ver que tenían tanto las familias de acá como las tribus. Y a ese sentimiento le sigue el otro. Cuando llega el final de esta segunda convivencia, piensan: ‘ya fuimos nosotros, después vinieron ellos, ahora sí que no nos vemos nunca más’ . Y bueno, veremos cómo funciona esta temporada y qué futuro les espera a estos grupos.

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