—Se habló de que ibas a ser el galán…
—Sí, porque nos fue muy bien con La mujer del año y Sugar, pero me parecía muy difícil asumir las dos responsabilidades: actuar y dirigir. Propuse a Antonio (Grimau), con quien había trabajado en Cristales rotos y en El precio. Así fuimos armando con Gustavo Yankelevich el elenco, con Mónica Antonópulos, Alberto Fernández de Rosa y David Masajnik, luego se agregaron actores que había visto en el under: Goly Turilli y Marcelo Serre.
—¿Por qué elegir un diseñador como Georges Chakra sólo para el vestuario de una de las protagonistas?
—Susana se fue de vacaciones a París, vio en un desfile unos vestidos que le encantaron y habló con el diseñador. A Mónica la viste uno nacional y del resto del elenco se ocupa mi hija, Ximena.
—¿Cómo es trabajar con una diva?
—Nunca tuvo pose de diva, la gente desconoce este aspecto de Susana, siempre es una más del elenco. Llega feliz a los ensayos. Me parece que después de su pareja con Ricardo (Darín) no tuvo más contacto con actores. Siempre recuerda a los intérpretes con los que compartió trabajos, desde Ana María Campoy hasta Ernesto Bianco, y los más jóvenes del elenco quedan fascinados.
—El teatro Lola Membrives tiene 1.100 localidades. El precio es de $ 250 a $ 700, el más caro de la avenida Corrientes, superando a “Stravaganza” ($ 500), Gasalla ($ 400) o Les Luthiers ($ 650). ¿Por qué?
—Entiendo este precio por la inversión que hace el productor, desde la escenografía (Alberto Negrín), con un tul que consiguió en Nueva York, más la publicidad, hasta la pantalla de Led que trajo desde Oriente y que costó una fortuna. Lo más curioso es que las entradas más caras se vendieron primero. Cuando la gente quiere ver algo, lo paga.
—¿Qué diferencia hay entre los actores de antes y los actuales?
—Nosotros nos formamos sobre el escenario y además hacíamos televisión. Tuvimos otro fogueo.
—¿Hay diferencias entre el personaje (Marion) y Susana?
—¿Hay diferencias entre el personaje (Marion) y Susana?
—Sí, el personaje es muy gracioso, con momentos emotivos que los hace muy bien. Ella despliega su simpatía, creo que los espectadores vienen a ver los modelos de Susana. Susana es muy respetuosa de la letra, no se permite agregar nada. Es una comedia apta para todo público, aunque hay algunas malas palabras, porque ella sabe decirlas con gracia y no te suenan mal.
—¿Qué buscás no repetir como director?
—No quiero humillar a ningún actor. No hay gritos. Desde el primer día aviso que estoy abierto a sus propuestas.
“Imitaba siempre a Tom Jones”
Recuerda Arturo Puig cómo nació su amistad con el empresario Gustavo Yankelevich. “Estaba haciendo Carmiña en Canal 9 y él tenía un programa de música donde también estaba Cris. Por esos años, éramos muy amigos con Emilio Disi y me hice fanático de Tom Jones, me la pasaba imitándolo. Es Disi quien le dice cómo canto a Gustavo. Me escuchó y me propuso grabar. Vendimos doscientos cincuenta mil discos, después vino el long play y me impulsó a hacer shows, en distintos clubes. Dice que confié en él sin conocerlo. Después nos dejamos de ver hasta que asumió la gerencia de Telefe y me llamó para actuar en Atreverse, de Alejandro Doria. Un día me propone que haga una comedia, Crecer con papá y le dije primero que no. Insistió durante tres meses, hasta que me decidí y le cambiamos el título por Grande, pa. Fue el programa más visto en la historia de la televisión argentina”.
“Vi algunos capítulos de Las mil y una noches. Respetaron mucho el género del teleteatro, vendieron muy bien a la pareja y aquí hace mucho que eso no se hace. Ellos muestran a este hombre que tiene lindos ojos, mira bien, es elegante y además aparece la ciudad de Estambul. Antes, con Migré, se buscaba un gesto del galán: a Satur cómo fumaba, a mí cuando me tiraba para atrás el mechón de pelo. Aquí hace un tiempo que se mezcla: por ejemplo, Noche y día es policial, con comedia y romance. Hoy hay menos novelas y sale más barato comprar latas“.
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