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28 nov 2012

Juan Gil Navarro: un galán en problemas



El director pide, una vez más, silencio. Se está grabando una escena del capítulo 17 de Mi amor, mi amor , la nueva comedia romántica que hoy a las 22.30 estrenará Telefe. La situación es de comida familiar. Están sentados Juan Gil Navarro y Brenda Gandini (dos de los tres protagonistas, junto a Jazmín Stuart). Y los padres de ella en la ficción: Claudio Rissi y Graciela Stefani. El galán tiene que decir que los ravioles están muy ricos y ponerse nervioso con una discusión entre los padres de su nueva chica. La escena se corta varias veces por una cadena irresistible de risas y por comentarios escatológicos. Primero el galán en cuestión, después Gandini y al final, todos.

El clima es distendido. Y Gil Navarro es uno de los que más disfruta del juego. Aunque lleva más de 15 años de televisión, éste fue especialmente bueno para el actor. Su personaje de “Willy” resultó uno de los más pintorescos de Graduados (Telefe), el gran éxito de 2012.

Además, participó en La dueña (Telefe), se sumará en enero al elenco de la obra Cocky tiene un protagónico en cine (ver Entre la TV...). Por primera vez, cuenta el actor, se animó a jugar un poco más con la actuación, a dejarse llevar, a ser “menos estricto” consigo mismo. Ahora, el desafío es seguir en esa línea de la comedia con Mi amor, mi amor . En esta nueva tira producida por El Arbol (Pablo Echarri y Martín Seefeld, los mismos de El elegido ), Endemol y Telefe, el actor será Juan, un bombero que está por cumplir 40 años, enamorado de su novia, Valeria (Stuart) y con ganas de tener un hijo. Al tiempo, conoce a Laly (Gandini), una maestra que acaba de ser engañada por su novio. Allí comenzará, claro, un triángulo amoroso, con una particularidad: Juan está enamorado de las dos por igual y no está dispuesto a dejar a ninguna. El elenco del programa -que irá de lunes a jueves- se completa con Seefeld, Federico D’Elía, Cecilia Rossetto, Valentina Bassi, Marita Ballesteros, Osqui Guzmán, José Luis Gioia y Salo Pasik, entre otros.

Se habla de “Mi amor, mi amor” como una remake de “Naranja y media”. ¿Qué puntos de contacto y qué diferencias tienen los dos programas?
Ningún punto de contacto. En realidad, lo que se hizo fue tomar el punto de partida deNaranja y media (exitosísima comedia que protagonizó Guillermo Francella). Pero, si te fijás, hay muchísimas ficciones que cuentan el triángulo entre un hombre y dos mujeres. Se compraron los derechos de la historia. Esa es la coincidencia, lejana. Y yo no tengo bigotes... (se ríe).

Y tu perfil es diferente al de Guillermo Francella…
Sí, claro. El es excelente manejando el registro del humor. Esta es una comedia de situaciones y romántica, que busca divertir a la gente, sin parecerse a otra.

Tu personaje es un bombero, con una mujer a la que ama y sin grandes conflictos, hasta que aparece otra. En la literatura, el cine y la televisión hay cientos de historias de triángulos ¿Qué te atrae de éste en particular?
El personaje de Juan está hace siete años con una mujer que ama y busca ser padre. Por diversos motivos, su mujer todavía no quiere ser madre. Hay una pelea que es la piedra en el zapato de la relación. Quizás, una de las cosas interesantes es que Juan no es un pícaro ni un porteño clásico que ve cómo timar a algunas de las dos chicas. El amor de su vida son las dos al mismo tiempo. Es como tener que elegir cuál de las dos manos cortarte. Uno nunca elegiría. El tipo decide seguir adelante, tratando de resolver los problemas que aparecen en el camino. Se salva por un momento, pero cada vez se mete en una fosa más profunda. Esta comedia es como una bola de nieve, que lleva los conflictos por arrastre. Hasta que un día tiene que blanquear lo que le pasa.

¿Qué opinás sobre la infidelidad?
Que cada uno puede hacer lo que quiera siempre y cuando no joda al otro. Si alguien en cualquier pareja dijera “Che, tengo ganas de probar tal cosa” y el otro lo habilita, estaría todo bien. En el siglo XXI, el amor es algo mucho más complejo que lo que dictan los cánones de la moral y la ética.

Una vez dijiste que tu personaje de “Graduados” te permitió divertirte más. ¿Sentías que antes no lo hacías tanto?
En Graduados me encontré con la comedia y en este nuevo programa me ofrecieron continuar con ese descubrimiento. Me dijeron: “Notamos que la pasaste bien y que divertiste a todos”. Y decidieron redoblar la apuesta.

Graduados fue uno de los mojones en mi carrera. Así de simple. Yo pensaba que había que rendir examen de actor. Mi generación todavía sufre esa mirada de varios críticos, que dicen: “Fulano da o no da para tal papel”; “Mengano es el mejor de su época”.

¿Eso te condiciona?
Uno empieza a volverse cada vez menos creativo cuando alcanza cierto estilo que el mercado quiere. Te vas poniendo anteojeras que se cierran cada vez más. Cuando uno se olvida de todo eso la pasa mejor. O cuando se olvida de rendir exámenes, cuando se olvida de ser mejor que otro compañero, cuando se olvida de ganarse un premio. Cuando eso sucede, uno se vuelve más atractivo ante los ojos de los otros.

¿Hay menos lugar para lo lúdico?
Exacto. Se dejó de lado el juego bien jugado, para el que se requiere mucha concentración. Una cosa nutre a la otra, siempre. El teatro es como el gimnasio del actor. En el escenario uno se quita determinadas cosas y estás más creativo y filoso.

Si el teatro es el gimnasio, ¿qué serían la tele y una tira, con grabaciones de diez horas?
(Se queda pensando, contento con la analogía) . Un maratón. O mejor, un triatlón, con varias pruebas de resistencia. Hay que pedalear, nadar, correr. Y, claro, remar.

Clarín.com

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