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17 nov 2013

Carmen Barbieri: "Ahora entiendo lo que es tener la cabeza quemada"


El sándwich de lomito, de no más de cinco centímetros de diámetro, se va consumiendo de a bocados. Entre el primero y el último mordisco, una hora. Eso que uno ve, ella lo usa de ejemplo para contar cómo es su vida en este tiempo. En este año. Carmen Barbieri se acerca a la mesa en la que se hará la nota, come un poquito, se va a hacer la foto para el lanzamiento de la temporada de verano, vuelve, otro pedacito, se va a retocar el maquillaje, vuelve, se va a posar para las fotos deClarín, vuelve y así se va acabando la figacita. Y, de alguna manera, su energía. “Yo soy ésta que ves, no paro nunca. Así estoy todo el día. Pero lo que hice esta vez, de tener cinco trabajos al mismo tiempo, es debut y despedida. Fijate que para las fotos tuve que esconder las manos… no pude ni pintarme las uñas. No tengo tiempo ni para la peluquería ni para pasar un rato con mi mamá”, grafica Carmen Barbieri, yendo de lo práctico a lo emocional sin escalas. “La estética la resuelvo como puedo y a mi viejita la llamo veinte veces por día. Eso no dejaría de hacerlo por nada del mundo”, aclara la mujer que por momentos tiene diluida la frontera entre el trabajo y la familia. Y lo celebra.

“Voy a repetir una frase de la querida y admirada Ana María Campoy. Una vez fuimos a comer ella, su Pepe (José Cibrián), Santiago (Bal, su ex marido) y yo. Todo el mundo hablaba fuerte en el restaurante. La Campoy nos miró a los tres y preguntó: ‘¿De qué hablará la gente que no habla de teatro?’.

Y yo me pregunto lo mismo. A mí todo me remite a lo artístico”, reconoce, ya abajo de los tacones cercanos, sin testigos alrededor, en un rincón de un hotel del Centro donde se hizo la producción fotográfica.

Primero termina el sandwich eterno, luego se toma unos segundos para recuperar la calma y, entonces sí, se entrega a lo Barbieri. Con anécdotas, con detalles, con humor, con emoción, sin relojes. Y eso que no es tiempo lo que le sobra.

Ya sin la gira de Escandalosas, sus días se reparten ahora entre las grabaciones deMalas muchachas -el magazine con aroma a talk-show que realiza con Moria Casán, Sofía Gala (luego de la pelea con su madre no está saliendo al aire), Cecilia Milone y Any Ventura y que va los domingos a las 22, por C5N-, las galas de Tu cara me suena (verAunque la vistan de seda...), los ensayos de Brillantísima y los de Sorpresas, la comedia musical que estrenará el viernes en Mar del Plata, cuando todavía no llegó el verano. Las dos obras se presentarán en el complejo América-Atlas: en la revista (ver“Brillantísima”, la otra...) va como directora y tendrá una participación especial en el arranque de la función, junto a Moria, con quien, además, comparte el protagónico deSorpresas.

“Es el primer y último año que hago esta locura de tener tantas cosas juntas. Agradezco y celebro el trabajo, pero mi salud necesita que afloje un poco el ritmo. Yo antes me reía de una frase que usan mucho los jóvenes, pero ahora entiendo lo que es tener la cabeza quemada. Estoy muy cansada. Tanto, que a veces me cuesta memorizar la letra. El otro día no me acordaba ni de mi número de teléfono. Y para Tu cara me suena tengo que aprenderme una canción cada semana... No sólo la canción, sino la actitud del artista que me toque imitar”, comenta junto a una valija de Mickey que lleva a todos lados: “Así como la ves, ésta es chiquita. Mañana salgo con una más grande... vos pensá que voy de un lado al otro, con vestuario, maquillaje. Soy medio gitana”.

Hoy, de hecho, está en Mar del Plata, ensayando. Viajó el jueves y volverá mañana a la noche, para grabar el martes el reality-talent de Telefe y, el miércoles, el ciclo de C5N. El jueves regresará a la costa, para estrenar al día siguiente.

¿No te dan ganas de tirarte en la cama a ver televisión?

Amo estar tirada en la cama viendo tele, pero no puedo. Para que te des una idea, mamá vive a tres cuadras de casa y no me alcanzan las horas para quedarme con ella. El otro día me dijo: ‘No te lo quiero echar en cara, pero hace 20 días que no venís’ .

¿Qué madre te tocó?

Una genia. Mi mamá tiene 86 años y es Joan Collins, diosa, impecable. Flaca, tiene 110 de colesterol. No podés creer lo que es esa mujer. Manda mails, mensajes de texto. El otro día me envió una foto con un texto que decía ‘Mirá qué lindas están las azaleas’ . Yo pago para llegar a estar como mi mamá. Igual, estoy muy contenta conmigo. Fijate, tengo 58 años, peso 79 kilos...

¿Y para qué quiero el dato de tu peso?

Te lo digo porque todo el mundo dice que soy gorda y, te lo juro, peso 79. Piensan que ando por los 90 y pico. De todos modos tendría que estar en 69 para sentirme más ágil. Ah, me faltó otro dato: mido 1,71. Esta soy yo.

¿Estas contenta con todos esos números?

Sí, estoy feliz. No volvería atrás. Me siento joven. Mi mamá es demasiado joven, es la pendeja que fue siempre. Con Fede (su hijo, de 24 años) se pelea como si fuera una nena, porque él le contesta con mensajes cortos. Mi mamá, como Moria (Casán), nunca va a ser una ‘abuelita’ , no da el perfil.

¿Y vos?

Sí, yo sí. Jamás me operé, no tengo ni medio tajo, podés revisarme. No me estiraría para quedar como andando en moto, asustada. Ahora, si me llega a crecer la papada y me queda colgando, me la sacaría. Eso sí lo haría. Lo que me molesta me lo saco.

¿Con las personas hacés lo mismo?

Sí, estoy haciendo cirugía estética con las personas. Me cuesta. Me saqué y me estoy sacando gente que me hace mal y la sigo queriendo.

¿Estás hablando de Santiago Bal?

No, no estaba hablando de Santiago. No se me cruzó por la cabeza. Seguirá siendo de mi familia toda la vida, porque es el padre de mi hijo, que es hermoso, y es cabrón como él y peleador como yo y como él. Es un pibe derecho. Mi hijo no te va a mentir nunca y, a veces, las verdades duelen. Te lo digo yo, que soy muy sincera y eso a veces me trae algunos problemas (ver La anécdota).

Artista indiscutida dentro del ecléctico pelotón de personajes de Tu cara me suena, Barbieri confiesa tener “una cosa a favor, que tal vez mucha gente olvidó, y es que empecé mi carrera como bailarina e imitadora. Imitaba a Liza Minnelli, a Raffaela Carrá... A mí me echaron del colegio La Anunciata porque era insoportable, imitaba a las profesoras, a la directora, a medio mundo”.

¿Tu cara sonaba?

Me salían bien y todas mis compañeras se morían de risa. Pero me echaron por imbancable, estaba todo el tiempo haciendo la cara de otro. Lo que pasa es que vengo de una familia de artistas: no había domingos de ravioles sin que hubiese artistas sentados a la mesa. Muchos músicos, cantantes de tango, sobre todo. Y siempre se hablaba de radio, de tele, de teatro y de cine. Y mi viejo (el gran Alfredo Barbieri) era el centro. Fue el primer transformista que hubo en el país, se vestía de mina y hacía de Lolita Torres, de Lola Flores... Y yo imitaba al imitador. Bueno, la imitación que le salía genial era la de Miguel de Molina, que era amigo de papá y vivía al lado de casa, en Arenales al 2100. Me acuerdo que Miguelito llamaba a mamá y le decía ‘Haz callar a esa niña que no me deja dormir, coño, joder que no para’ . Miguel, por ejemplo, se bordaba sus blusas, mamá iba, se sentaba al lado y lo copiaba para hacerle lo mismo a papá y después me hacían una chiquita para mí, para actuar subida a la silla de casa y hacía así.

Ese ‘así’ se traduce en un par de movimientos coreográficos que Carmen improvisa ahora para que sobrevuele la magia del español. Sin máscaras ni maquillaje, sólo con talento y memoria. Que los pasados, bien aprovechados, suelen marcar destinos.

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