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13 feb 2013

“Siento que hago un bien"


El ciclo de cine Historias de corazón (a las 17.30, por Telefe) ya cumplió más de un año al aire. Virginia Lago, su conductora, no es ni periodista ni crítica de cine, sino nada menos que una actriz con 50 años de carrera dedicados al teatro, al cine y a la televisión. Con su estilo maternal y dulzón, se ha comprado a la audiencia como pocas presentadoras.
La idea inicial era hacerlo por dos meses -como un programa de verano, el año pasado-, pero la audiencia se volcó con ganas hacia ese rato de TV tranquilo, cuidadoso y respetuoso (llegó a promediar 12 puntos de rating, según Ibope, lo que casi duplica la marca habitual del horario). 

El ciclo acaba de sumar los unitarios de los martes, de producción propia. Y como si no alcanzara, la conducción y el estilo de Lago se replican en el espacio de cine de los sábados por la noche. Mérito de las películas, claro, pero muchísimo más de ella. Una sola mujer (una madre, una vecina, una amiga), sentada en un living para introducir una historia con “corazón”. 
“Estoy creciendo desde otro lugar”, cuenta Lago, mientras camina desde el estudio hacia su camarín, en Telefe. Durante el trayecto de cien metros se acercan a saludarla desde colegas como Miguel Angel Rodríguez hasta su sonidista y otros técnicos. Se la escucha decirles “te quiero” y se la ve dar tres abrazos por persona. No es una pose: ella es así en serio.
¿Cómo fue la decisión de darle un giro a su carrera?
Yo estaba dirigiendo teatro en Mar del Plata, la obra Vivir en vos, de María Elena Walsh. Recibí una llamada de Tomás (Yankelevich, responsable de la programación del canal) y, al principio, me causó gracia. Me contó que quería que yo condujera el ciclo. Necesité un par de días para pensarlo. A las pocas horas, ya me había decidido. Era un desafío para mí. Distinto a todo lo hecho antes.

¿Por qué cree que la eligió?
Le pregunté lo mismo a Tomás. “¿Podré saber porqué a mí?” Me contestó con algunos elogios que no te voy a repetir -porque me da vergüenza- pero el hecho de que un joven como él haya pensado en mí para este proyecto, me convenció. Le tengo un respeto y cariño enorme.

¿Se prepara para cada emisión?

Veo las seis películas que pasamos por semana porque, sino, no las puedo comentar.
Reflexiono sobre lo que vi, encuentro sus distintos ángulos. Me gusta la poesía y adoro leer, así que cada día me animo a jugar más con eso. Cuento cartas de amor, historias de épicas del pasado. Doy mi punto de vista, pero trato de tener cuidado con lo que digo: nos ve mucha 

gente.

¿Por qué creé que le va tan bien al programa?

Creo que existe la necesidad real de una generación entera de alguien que les hable desde un lugar de respeto. Y yo lo necesitaba también. Lo practico en mi día a día. Es eso lo que buscamos con el programa. Me siento útil. Siento que hago un bien. ¿Qué más puedo pedir?
Como era de esperar, Lago no se conformó solamente con conducir. También extrañaba lo que mejor sabe hacer: actuar. Hace casi un año le propuso a Telefe hacer ficción, y finalmente lo logró. El primer unitario de Historias de corazón se estrenó hace un mes. Se transmiten una vez por semana y duran lo mismo que una película. En el elenco, rotativo, estuvieron Jorge Marrale, Mario Pasik, Eleonora Wexler, Rafael Ferro y Luis Machín, entre otros. “El equipo, con directores como Grendel Resquin, a quién admiro muchísimo, Pablo Vázquez, Omar Aiello, es alucinante”, resume Lago. “Estoy feliz y agradecida. ¿La verdad? Este ciclo me 

cambió, en parte, la vida, por el ida y vuelta con la gente.

¿Qué es lo más cambió en su trato con la gente?

Estar al aire y poder leer un poema de María Elena Walsh, uno de Borges, o de Benedetti o poder hablar de Cortázar. Hay un lugarcito, un rinconcito en un canal de aire, sensible, respetuoso y cariñoso... 

¿Querría volver a hacer cine?

Me parece que al cine no le intereso mucho. Mis experiencias pasadas fueron excelentes, pero evidentemente no les inquieta mi persona, porque no me convocan. En el teatro un 80 por ciento de lo que hice fueron por auto-gestión. He perdido departamentos en el teatro, porque soy una loca, como muchos. Pero volvería a hacer cine si la propuesta fuera adecuada. Amo mi tarea. Esta vocación me vino a buscar a mí, no yo a ella. Después de todo lo que leí, lo que estudié, lo que aprendí, tengo los mismos miedos que tenía antes. Siempre lo quiero hacer bien. A veces me sale y otras no, pero nunca dejo de ponerle todo. Actuar es una 
tarea hermosa.

¿Qué cambios observa en la TV argentina comparado con sus inicios?

El mundo cambió. Sigue habiendo gente que trabaja con respeto y con pasión. Antes, por ejemplo, ensayabamos más. Cuando hacíamos Alta comedia -con Alejandro Doria y Diana Alvarez- ensayábamos dos semanas para cada capítulo. Ahora, con suerte, hacemos una lectura previa de los guiones todos juntos. Extraño eso, porque me encanta estar preparada. Pero, más que nada, creo que lo que falta en la televisión son programas hondos.

¿Cómo se siente dando consejos y mensajes de bondad y de amor?

A veces me pongo dura con lo que pienso. Equivocada o no -desde la absoluta verdad- digo lo que siento. Siempre con respeto hacia el otro. Creo que el disentir y el discutir es importantísimo. Trato de, en lo posible, enriquecer a la gente.

¿Cree que esa sensibilidad le ha jugado en contra en algún momento?

¿Cómo no me va a sensibilizar un mundo como éste? Tenés que estar bien desconectado para que no te mueva. En un planeta en donde la muerte está en primera página, hablar de la vida y del placer resulta fundamental. Hay que aferrarse a las cosas buenas y decir: “¡qué suerte que es estar en este mundo!” Disfrutar de un amigo, de una comida y, como digo siempre, de las cosas sencillas. Es importante saber disfrutar de esta aventura extraordinaria.

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