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12 feb 2012

Este Lunes se viene otra guerra de Rating



Cuando mañana termine Herederos de una venganza, seguramente una cosa quedará bien clara: por el momento -en la tele no todo está dicho de antemano- lo sobrenatural es el motor de la mayor parte de las tiras del prime time de El Trece. Aunque hay una amenaza que avanza en silencio: Dulce amor, el culebrón en estado puro al que apostó Telefé. 

Herederos. no sólo fue la ficción más vista el año pasado y en lo que va de éste -con 218 capítulos promedió 20,6 puntos de rating- , sino que también mostró que para que el relato funcione deben pasar cosas como éstas: meteoritos que caen y arrasan un pueblo; un villano que tiene el poder del fuego; una vid regada con sangre, de la que se produce un vino sagrado; y premoniciones a cargo de un "loco" del poblado, por nombrar sólo algunas. En total, en Vidisterra, la localidad ficticia donde transcurre la historia, se desataron doce maldiciones (una peste, una sequía, tormentas eléctricas, temblores, entre otras catástrofes). Sin contar que en el lugar existe una logia, fundada por nazis. Su guionista, Leandro Calderone, cuenta que su idea fue crear una mitología propia gracias a la combinación de los mitos griegos y cristianos. 

No está demasiado lejos Lobo, que El Trece estrenó el lunes pasado. Allí, un joven (Gonzalo Heredia), al cumplir los 30 años, descubre que la leyenda criolla del lobisón se le hizo carne. El miércoles próximo, antes de esta tira, aparecerá la segunda temporada de Los únicos. Y ahí se verá un despliegue de agentes especiales con dones sobrehumanos como lanzar fuego con las manos, traspasar paredes y ser indestructibles.

Calderone, también autor de Los únicos, expone que el género fantástico, en el que se inscribe esta tira y Herederos..., permite expandir sin límites la historia en comparación con un relato realista o costumbrista. Ahí parecería residir una posible explicación sobre las causas de esta "fiebre" por lo sobrenatural a la que apostó El Trece y, hasta el año pasado, Telefé. Esa tendencia que comenzó a dibujarse en 2003, cuando se emitió una telenovela que rompió con los moldes del género: Resistiré. En la ficción, que protagonizaron Pablo Echarri y Celeste Cid, había un villano (Mauricio Dobal, encarnado por Fabián Vena), que buscaba una milagrosa cura para su enfermedad, en el medio de una trama que ponía el foco en el tráfico de sangre y de órganos. El elegido, que el año pasado transmitió Telefé, fue la heredera de este formato de telenovela en el que el culebrón se funde con una trama de suspenso, misterio, y fantasía. Allí también había premoniciones, profecías, y una logia, en el contexto sociopolítico de un reclamo por tierras a cargo de los pueblos originarios.


La mayor parte de estas ficciones son hijas de la serie estadounidense, Lost (2004-2010), un fenómeno que marcó la manera en que se cuentan las historias televisivas. Los múltiples misterios sobrenaturales que sembraron el relato fueron las claves que la transformaron en una serie adictiva.

En este marco, parece una rareza, Dulce amor, la telenovela de Telefé, que explota el culebrón clásico; como si se intentara dar un giro -¿un volantazo?- en la temática de las historias de la emisora que programa Tomás Yankelevich. Aquí habría que recordar el fallido intento del canal por posicionar, en 2011, Un año para recordar, en la que se relataba los viajes en el tiempo de Ana (Carla Peterson) para enmendar un error, hasta que, finalmente, descubre que es un ángel con una misión en la Tierra.

En la vereda de enfrente, la del realismo/costumbrismo, es decir, la que transita Dulce amor, no aparece la oscuridad del poder; la ley de gravedad no se infringe; ni nadie profetiza, maldice, tortura o mata. Tampoco existe un complejo y encriptado misterio por resolver. Lo que prima, con alguna dosis de humor, son los elementos tradicionales del género: los triángulos de amor, la sospecha de hijos ilegítimos, la infidelidad y los viles planes del malvado en cuestión. En Dulce amor no hay sorpresas; al contrario, todo es previsible y lineal. Quizás eso, que hace años hubiese sido la clave de un profético fracaso, hoy la convierte en la gran amenaza de Lobo. Es más, desde el lunes pasado, cuando la tira de El Trece se estrenó, Dulce amor se le fue acercando cada vez más en términos de rating. Empezó con sólo 3,8 puntos de distancia, hasta que el jueves pasado la ficción que emite Telefé se posicionó con 19,9 unidades frente a los 17,8 que promedió la tira de El Trece.

Nada está dicho aún en un medio tan lábil como la televisión, en el que los vaivenes del rating determinan el rumbo de las historias. Habrá que esperar para ver qué dirección se tomará en este camino que transita la TV hoy; un sendero que se bifurca entre el relato fantástico y el culebrón en su sentido más tradicional.

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